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«Muchos entrarán a la sala con un ánimo devoto y saldrán profundamente perturbados»: el mejor crítico de cine de la historia le dio 4 estrellas a esta polémica película
Para muchos, sádica, gore y gratuita; para otras, prácticamente un milagro


El filme de Mel Gibson desató una violenta controversia religiosa e inéditas reacciones físicas en salas por su impactante representación de la Pasión.
La película The Passion of the Christ, dirigida por Mel Gibson, se consolidó desde su estreno como uno de los proyectos cinematográficos más controvertidos de las últimas décadas, combinando un éxito de taquilla masivo con un profundo rechazo ético y religioso. La crudeza explícita con la que se abordó el relato de las últimas doce horas de Jesús generó una división inmediata en la crítica y la audiencia global.
El conflicto principal de la producción se articuló en torno a las acusaciones directas de antisemitismo formuladas por influyentes grupos judíos internacionales. Organizaciones como la Liga Antidifamación (ADL) condenaron el filme por considerar que su narrativa trasladaba la responsabilidad de la crucifixión de Jesús directamente sobre los líderes judíos de la época.
A nivel de impacto visual, la obra de Gibson fijó un precedente en la industria por la visceralidad de sus imágenes, elevando la intensidad de la violencia a niveles sin precedentes para una producción de temática religiosa. Esta representación gráfica de la flagelación y el calvario provocó incidentes reportados de desmayos y crisis nerviosas en salas de cine alrededor del mundo.
Pese a que el director sostuvo la necesidad de adherirse a las descripciones más gráficas de ciertos textos evangélicos, muchos observadores señalaron que la prolongada y detallada violencia parecía desviar el enfoque del mensaje espiritual hacia un mero ejercicio de shock visual. Esto intensificó el debate sobre los límites de la fidelidad histórica y la sensibilidad artística.
Dos décadas después de su lanzamiento, la producción sigue siendo un punto de referencia sobre cómo la intersección entre arte, historia y dogma puede generar una profunda polarización social y mediática, manteniendo viva la discusión sobre la representación de la fe.
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