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Hissa, Poggi y el precio del alineamiento

Francisco Paz

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“Flotación limpia, pero el plato vacío: ¿qué pensarán hoy los votantes?”

Se flotará limpio, dice el presidente Milei. Pero mientras la hoja de ruta hacia el dólar libre se escribe en limpio, las cuentas de la gente están en rojo y las provincias, en números que no cierran ni con un Excel celestial. Javier Milei promete liberar el cepo, pero en el interior profundo, donde las prioridades son tan básicas como comer todos los días, el único cepo es el de la realidad: sueldos que no alcanzan, obras públicas que no existen más y familias que no saben cómo poner un plato en la mesa para todos sus integrantes (alguno tiene que comer menos, en pos de resguardar a los miembros prioritarios… difícil decisión).

En San Luis, la capital de los contrastes, el intendente Gastón Hissa parece haber decidido que su camino es el mismo que el del gobernador Claudio Poggi (Y viceversa). Y Poggi, por su parte, no suelta la mano de Milei, llevándolo como si fuera un líder indiscutido. Pero mientras las fotos sonrientes y los discursos liberales se multiplican, la ciudad de San Luis y la provincia homónima, enfrentan problemas tan básicos como indignantes: agua potable que falta, efluentes cloacales que sobran.

Los números del respaldo y el peso del desencanto

Con el 52,9% de los votos, Claudio Poggi se impuso en las elecciones provinciales, venciendo al oficialismo y llevándose consigo el respaldo de los puntanos. En la ciudad de San Luis, Gastón Hissa consolidó su triunfo con 71,73% de las adhesiones dentro del lema Cambia San Luis, imponiéndose por casi siete puntos a Sergio Tamayo, del oficialismo. Pero los números no se quedan ahí: Cambia San Luis obtuvo 7205 votos más que Unión por San Luis, y la diferencia entre Hissa y Tamayo se duplicó, alcanzando 15.737 sufragios.

Son cifras contundentes, históricas incluso. Pero hoy, cuando las promesas de campaña chocan con la realidad cotidiana, cabe preguntarse: ¿qué pensarán esos votantes?

Hissa, Poggi y el precio del alineamiento

La capital puntana, una ciudad que alguna vez se enorgulleció de su planificación y servicios, hoy es un río literal de problemas. El agua potable es un lujo en varios barrios, mientras que las cloacas colapsadas son una constante. Hissa, que debería estar al frente de estos problemas, parece más enfocado en seguir el guion político de Poggi, quien a su vez se alinea sin fisuras con Milei.

El error político es claro: pensar que el apoyo al gobernador y al presidente puede tapar los baches de la gestión local. Pero los vecinos no viven de discursos ni de alineamientos ideológicos. Viven de agua potable, de calles limpias y de servicios básicos que hoy brillan por su ausencia.

Milei y el error de cálculo

Javier Milei, desde su perspectiva porteña y su obsesión por el dólar, parece olvidar algo fundamental: en las provincias, la prioridad no es el tipo de cambio, sino el plato de comida. La familia puntana que votó por él, por Poggi y por Hissa —ese 70 y pico por ciento que le dio a Milei un respaldo histórico— hoy siente que se le falta el respeto y la lealtad.

Porque no se trata solo de un error de gestión. Se trata de una desconexión brutal entre las promesas de campaña y las necesidades reales de la gente. Mientras Milei habla de flotación limpia y liberalización, en San Luis hay vecinos que no tienen agua para cocinar ni cloacas que funcionen. Y en esos hogares, el dólar es un problema tan lejano como las legislativas 2025 o las ejecutivas 2027.

La desconexión del discurso con la realidad

El desafío para Milei, Poggi y Hissa no es solo cumplir con sus promesas (hasta el momento irresolutas en demasía). Es entender que gobernar no es una cuestión de ideologías ni de hojas de ruta económicas o copiar y pegar de gestiones anteriores (propias o ajenas). Es una cuestión de humanidad, de mirar a los ojos a quienes confiaron en ellos y responder a sus necesidades más básicas.

Porque mientras el dólar flota, el plato vacío pesa. Y en una provincia que los respaldó con una mayoría aplastante, ignorar esa realidad no es solo un error político: es una traición a quienes los hicieron gobierno. Incluso para aquellos miembros genuinos de La Libertad Avanza que hoy ven en el mandatario provincial y el capitalino una exclusa de votos que pueden costar muy caros de cara a objetivos del año que se avecina.

¿Qué pensarán hoy esos votantes?

Al final del día, la flotación limpia puede sonar bien en los círculos económicos, pero en las provincias, lo que importa es otra cosa. Como siempre digo: “Podés tener un dólar a 1300 o a 1500, o unificado en 1000, pero si en la mesa falta el pan, todo lo demás sobra, incluso, sobran los que no zozobran si el dólar es negocio por carry trade (o fuga, como le decimos en el barrio)”.

Y los votantes, esos que dieron el 70 y pico por ciento que hizo posible este gobierno nacional, y casi 53% en lo provincial, empiezan a pensar en la próxima jugada. Porque la política es un juego de confianza, y cuando esa confianza se quiebra, el tablero se reorganiza. En San Luis, las elecciones legislativas serán la próxima gran prueba para La Libertad Avanza y sus aliados locales (si es que lo son aún). Entre ellos el PRO; la UCR y lo que queda de Cambia San Luis. ¿Podrán sostener el respaldo o verán cómo el descontento se traduce en votos en contra?

Maquiavelo decía: “Los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.” Y en San Luis, el patrimonio que se está perdiendo no es solo económico: es el de la esperanza y la fe en quienes prometieron un cambio. Los votantes de la capital y del interior profundo, que pusieron a Gastón Hissa, Claudio Poggi y Javier Milei en el poder, ya no miran al dólar, sino al plato vacío, al agua que no llega y a las cloacas que desbordan.

Cuando llegue el momento de elegir nuevamente, esos votantes tendrán presente quiénes supieron gobernar y quiénes solo supieron hablar. Las próximas elecciones legislativas serán el escenario donde se medirán no solo los números, sino las respuestas concretas. ¿Podrán los jugadores de La Libertad Avanza en San Luis y sus aliados del gobierno provincial y municipal, demostrar que entendieron el mensaje? ¿O quedarán atrapados en el eco de sus propias promesas incumplidas?

El tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: en política, como en la vida, no se flota limpio si no se pisa firme. Y en San Luis, la paciencia de los votantes tiene un límite tan claro como el caudal del río que cruza su capital (y hablo el de agua dulce, no el de cloacas).

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